26 de Septiembre 2006

Ieyasu Tokugawa (1543-1616)

Tokugawa Ieyasu, en japonés (31 de enero de 1543 – 1 de junio de 1616), fue el fundador y primer shogun del Shogunato Tokugawa de Japón, quienes gobernaron desde la batalla de Sekigahara, en 1600, hasta la Restauración Meiji en 1868. Ieyasu gobernó desde 1600 (oficialmente 1603) hasta su renuncia en 1605.

Biografía

Infancia (1543-1556)

Tokugawa Ieyasu nació el 31 de enero de 1543 en la provincia de Mikawa. Su nombre original era Matsudaira Takechiyo. Era hijo de Matsudaira Hirotada (1526 – 1549), un señor de Mikawa que pasaba la mayoría de su tiempo en guerra contra el clan Oda y el clan Imagawa. La familia Matsudaira estaba dividida en dos facciones: un lado quería ser vasallo del clan Imagawa, mientras que el otro, prefería el clan Oda. Esta pelea familiar fue la razón del asesinato del padre de Hirotada (abuelo de Takechiyo), Matsudaira Kiyoyasu (¿? - 1536). A diferencia de su padre y la mayoría de su familia, Hirotada encontró al clan Imagawa como el menor de dos males. La lealtad de Hirotada hacia los Imagawa causó que el resto de su familia apoyara al clan Oda con más fuerza que antes. En 1548, cuando el clan Oda invadió Mikawa, Hirotada se dirigió con Imagawa Yoshimoto, cabeza del clan Imagawa, en demanda de ayuda para combatir a los invasores. Yoshimoto accedió a ayudar con la condición de que Hirotada enviara a su hijo Takechiyo a Sumpu como un rehén en exilio. Hirotada aceptó, a pesar de la presión los miembros de la familia Matsudaira. Takechiyo y un grupo de sirvientes fueron enviados hacia Sumpu como rehenes.

Oda Nobuhide, el líder de los Oda, se enteró del arreglo de Hirotada e Imagawa y atacó la caravana en la que viajaba Takechiko. Fue capturado y llevado al Castillo Kowatari en Owari. Nobuhide amenazó con asesinar a Takechiko a menos que Hirotada rompiera todos los vínculos que tenía con el clan Imagawa. Hirotada dijo que el sacrificar a su propio hijo mostraría la seriedad del pacto con el clan Imagawa.

Takechiyo, sin embargo, no sufrió ningún daño. En 1549, Hirotada murió de causas naturales; poco tiempo después, Nobuhide también murió. Las muertes hicieron un gran daño a un ya debilitado clan Oda y dejaron a la familia Matsudaira sin líder. Con Imagawa en una posición fuerte, Yoshimoto envió un ejército a cargo del hermano menor de su padre, Imagawa Sessai, para atacar un castillo Oda donde vivía Oda Nobuhiro, el hijo mayor de Nobuhiro, y nueva cabeza de los Oda.

Sessai tomó el Castillo y capturó a Nobuhiro como rehén. Negociando con el segundo hijo de Nobuhide, Oda Nobunaga, le ofreció devolver el castillo a los Oda y perdonar la vida de Nobuhiro a cambio de que se permitirera a Takechiyo regresar con los Imagawa. Nobunaga aceptó, Nobuhiro y el castillo fueron devueltos a los Oda. Sessai regresó a Sumpu con Takechiyo. Takechiyo creció en Sumpu, pero sus familiares en Mikawa, estaban temerosos acerca del futuro de los Matsudaira ahora que el clan Oda estaba debilitado y que los Matsudaira eran vasallos de los Imagawa.

La escala hacia el poder (1556-1584)

En 1556, cuando contaba 13 años, Takechiyo, cambió su nombre por el de Matsudaira Motoyasu. A cambio de su regreso a Mikawa, los Imagawa le ordenaron pelear contra el clan Oda en una serie de batallas. Motoyasu ganó su primera batalla en Terabe, alcanzando gran renombre. Por entonces, Oda Nobuhiro había muerto, y el liderazgo del clan Oda había pasado a manos de Oda Nobunaga. Después de esas batallas, los Matsudaira y los soldados de Mikawa comenzaron a demandar una mayor autonomía a los Imagawa. En 1560, Yoshimoto juntó 20.000 hombres (muchos de ellos de Mikawa), con los que marchó hacia Kyoto: fue el primer daimyo en hacer esto desde 1538. Motoyasu fue enviado de Mikawa con sus hombres para atacar el fuerte Marune. Al capturar el fuerte, Motoyasu y sus hombres se quedaron en el lugar para defenderlo. Por esto, Motoyasu y sus hombres, evitaron la sangrienta batalla de Okehazama, que tuvo lugar cerca de Nagoya, donde el clan Imagawa fue derrotado, e Imasagawa Yoshimoto asesinado. Motoyasu se retiró junto con sus hombres a Mikawa, y finalmente, con la muerte de Yoshimoto, decidió librarse de la influencia de los Imagawa.

Motoyasu decidió aliarse con los Oda, pactando un trato secreto con Oda Nobunaga. Este secretismo era necesario debido a que muchos miembros de la familia Matsudaira (incluyendo la esposa de Motoyasu y su hijo, Hideyasu) aún eran rehenes en Sumpu del nuevo líder de los Imagawa, Imagawa Ujizane, hijo de Yoshimoto. En 1561, Motoyasu y sus hombres marcharon y capturaron el fuerte Kaminojo, perteneciente a los Imagawa, lo que indicó a Nobunga que Motoyasu ya no le era leal a los Imagawa. Motoyasu mató al comandante del castillo, Udono Nagamochi, y tomó a su esposa y a sus dos hijos como rehenes. Ujizane, dándose cuenta que los Udono eran más importantes que los Matsudaira, liberó a la familia Matsudaira a cambio de la esposa y los hijos de Udono.

Ahora, teniendo libertad de acción con el regreso de su familia, Motoyasu comenzó a reformar el clan Matsudaira después de años de decadencia, y pacificar Mikawa. También consolidó e hizo más poderosos a sus vasallos regalándoles tierras y distribuyendo los castillos de Mikawa a los más importantes (incluyendo Honda Tadakatsu, Ishikawa Kazumasa, Koriki Kiyonaga Sakai Tadatsugu, y Sakikabara Yasumasa) en 1566.

En 1564, Motoyasu derrotó al Mikawa Monto, un grupo militar anti Matsudaira, casi perdiendo su vida en el proceso cuando fue golpeado por una bala que no penetró en su armadura. En 1565, atacó las defensas de Imagawa en Totomi. En 1567, pidió al Emperador Ogimachi cambiar su apellido por Tokugawa, tomando el nombre Tokugawa Ieyasu. Después de esto, comenzó a demandar descendencia de parte del clan Minamoto a través del clan Nitta, y al final, demandó tener descendencia de la Familia Imperial. Al mismo tiempo, diseñó un árbol familiar que tomaba descendencia del clan Fujiwara. Historiadores modernos usan esto como prueba que los reclamos de Ieyasu de herencia imperial fueron fabricados para ilegitimizarse a sí mismo.

Aun cuando la familia Tokugawa era simbólicamente independiente, aun no podían sobrevivir sin el clan Oda, y sin el mismo Nobunaga. Cuando Nobunaga toma Kyoto en 1568, se convierte en el líder de-facto de Japón, muchas de las tropas victoriosas pertenecían a Tokugawa. Al mismo tiempo, Ieayasu estaba impaciente por comenzar a expandir sus propios territorios. El y Takeda Shingen, quien estaba a la cabeza del clan Takeda en Kai, convinieron un pacto, donde juntos se harían del resto del territorio de Imagawa. En 1570, las tropas de Ieayasu finalmente se apropiaron de Totomi, y después Shingen ocupó Suruga y Sumpu, la capital de los Imagawa. Sin embargo, para este entonces, la alianza entre los Takeda y los Tokugawa iba en descenso, incluso Ieyasu se unió con su enemigo Imagawa Ujizane prometiéndole que le regresaría Totomi y Suruga. Al mismo tiempo, Ieyasu hizo otro pacto, esta vez con Uesugi Kenshin, el jefe del clan Uesugi y archienemigo del clan Takeda. Teniendo asegurado el apoyo de los Uesugi, Ieyasu se movió su capital de Okazaki en Mikawa a Hamamatsu en Totomi.

Con las tierras de los Imagawa completamente absorbidas por la influencia Tokugawa, los miembros del clan Imagawa se convirtieron en vasallos de los Tokugawa, con los Uesugi como sus aliados más fuertes. Los Tokugawa y los Takeda estaban listos para la guerra. Ieayasu aun tenía el apoyo de Nobunaga, pero este pensaba que algunas cosas en las que Ieyasu se estaba metiendo no eran del todo seguras. En 1570, Ieyasu condujo a 5,000 de sus hombres para ayudar a Nobunaga en la batalla de Anegawa en contra de los Asai y los Asakura, esto consolidó la alianza Tokugawa-Oda. Sin embargo, Ieyasu no fue capaz de volver a ayudar a Nobunaga en dos años, la guerra con los Takeda comenzó en 1571.

En 1572, los Takeda tomaron el castillo Futamata perteneciente a Ieyasu, y Shingen derrotó a Ieyasu en la batalla de Mikatagahara, donde Ieyasu casi pierde su vida conduciendo a sus tropas. Takeda Shingen murió en 1573, y fue sucedido por su hijo Takeda Katsuyori, quien capturo el fuerte Taketenjin en 1574. Sin embargo, a pesar de la captura de este importante puerto Tokugawa, la predominancia de los Takeda se acercaba a su fin. En 1575, Katsuyori atacó el castillo Nagashino en Mikawa, e Ieyasu pidió ayuda a Nobunaga. Cuando Nobunaga mostró algo de aprehensión al atacar a Takeda, Ieyasu amenazó hacer las paces con los Takeda y atacar al clan Oda en Owari y en Mino. Nobunaga cambió de parecer y envió su ejército hacia Mikawa. Las fuerzas Oda-Tokugawa de 38,000 hombres devastaron a los Takeda el 28 de Junio de 1575, aunque por los próximos años, Takeda Katsuyori continuó atacando los territorios de los Oda y los Tokugawa.

En 1579, la esposa de Ieyasu y su hijo mayor, Tokugawa Hideyasu, fueron acusados de conspirar con Takeda Katsuyori para asesinar a Nobunaga. La esposa de Ieyasu fue decapitada, y Hideyasu fue forzado a hacer harakiri. Entonces, Ieyasu nombró a su tercer hijo (y su favorito) Tokugawa Hidetada como heredero, pues su segundo hijo fue adoptado por Toyotomi Hideyoshi, un gran samurai.

En 1582, otro ataque combinado entre los Oda y los Tokugawa destruyó a los Takeda. Takeda Katsuyori, así como su hijo mayor y heredero, Takeda Nobukatsu, cometieron seppuku. Ahora que los Takeda ya no figuraban en el mapa, Ieyasu pudo ayudar a Nobunaga con su campaña para reunificar Japón. Por su ayuda, Ieyasu recibió el control de la provincia de Suruga (incluyendo Sumpu) y las áreas que se delimitaban con el clan Hojo. Los Tokugawa y los Hojo se aliaron, pues Ieyasu se llevaba bien con Hojo Ujinori, hermano menor de la cabeza de los Hojo, Hojo Ujimasa.

En 1582, Ieyasu estaba quedándose en Sakai, en la provincial de Settsu, cuando recibió la noticia de que Oda Nobunaga había sido asesinado por Akechi Mitushide, cabeza del clan Akechi. Ieyasu se dirigió hacia Mikawa, temeroso de poder ser asesinado también. Ieyasu no deseaba atacar al clan Akechi, pero los Tokugawa tomaron ventaja de la situación tomando Kai y Shinano. Después de una decisiva victoria en la Batalla de Yamazaki. Hojo Ujimasa, sintiéndose amenazado, envió tropas hacia Kai. Sin embargo, no hubo batallas, los Hojo y los Tokugawa harían pronto las paces. Para quedar en buenos términos, Ieyasu le dio a los Hojo tierras en Kai y en Shinano. Ieayasu comenzó a modificar su administración, basándose en el modelo de los Takeda, integrando el ejército Takeda en el Tokugawa. En 1583, los principales candidatos a tomar el mando de Japón eran Toyotomi Hideyoshi (padre adoptivo del segundo hijo de Ieyasu) y Shibata Katsuie. Ieyasu se mantuvo al margen en este conflicto, y Hideyoshi derrotó a Katsuie en la batalla de Shizugatake en 1583. Después de que Shibata Katsuie cometió harakiri, Toyotomi Hideyoshi y el clan Toyotomi, de convirtieron en los gobernantes del Japón.

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21 de Septiembre 2006

Los Hsien - Los Ocho Inmortales

El taoismo venera a ocho inmortales que, a través de la piedad y de la virtud han conseguido la vida eterna. Además de la inmortalidad, estos ocho personajes, nada tienen en común, pero se los suele representar en grupo, no obstante.

Los ocho inmortales viven con los dioses en las montañas de Kun Lun, en el centro de la tierra. Allí se divierten en los jardines del Emperador de Jade, el señor supremo de los cielos, donde crece el melocotonero mágico de la inmortalidad. Cada milenio se los invita junto a los dioses, a comer melocotones en una gran celebración que realiza la Emperatriz Wang, esposa del Emperador de Jade.

El vocablo 'Hsien' significa "inmortal" en chino, pero no se trata de una 'inmortalidad' como sinónimo de vida eterna o infinita. En rigor, el caracter chino utilizado para 'Hsien' se yuxtapone a los caracteres de "hombre" y "montaña", lo que literalmente significaría "hombre que vive en la montaña". Así, la inmortalidad, referiría a la vida en una dimensión ultra terrena, una vida en la montaña de los dioses, y quienes la alcancen, serán seres dignos de veneración.

Ts'Ao Kuo-Chiu, el corazón virtuoso.

Ts'Ao Kuo-Chiu salió de su casa avergonzado después de que su hermano fuese ejecutado por asesinato. Se dedico a seguir el Tao. Cuando se encontró con los inmortales, Chung Li Chu'an y Lun Tung-pin, estos le preguntaron dónde estaba el camino y el señaló el cielo. Luego le preguntaron dónde estaba el cielo y el señaló su corazón. Entonces le enseñaron los secretos de la perfección y se convirtió en inmortal.

Chung Li Ch'uan, el frívolo.

De los ocho inmortales, Chung Li Ch'uan es el único que se corresponde con un personaje frívolo. En el arte chino se lo representa con un aspecto corpulento.

Ho Hsiang-Ku, la vírgen.

Ho Hsiang-Ku es la única mujer entre los ocho inmortales. Era una asceta taoista que vivió durante el reinado de la Emperatriz Wu. Virgen por decisión propia vivía en la montaña, donde en un sueño le fueron revelados los misterios de la inmortalidad. Se la representa con una flor de loto y es la protectora de las mujeres solteras.

Han Hsiang-Tzu, el músico.

Han Hsiang-Tzu era alumno de Lu Tung-ín. Consumado flautista, mediante sus órdenes puede hacer que florezcan las flores. Trepó al árbol de los melocotones de la inmortalidad, pero se cayó, aunque se hizo inmortal justo antes de llegar al suelo. Es patrón de la cultura.

Lan Ts' Ai-Ho, el juglar.

Lan Ts' Ai-Ho era un juglar errante, y a menudo se le representa con un laúd. Era un travestido afeminado (una especie de loco sagrado, que llevaba ropas calientes en verano y dormía sobre la nieve en invierno). Un día, se desmayó borracho fuera de una posada y subió al cielo en una nube. Es el protector de los pobres.

Lu Tung-Pin, el filósofo.

Lu Tung-Pin era un filósofo moral. Un día se encontró con Chung Li Ch'uan, el primero de los inmortales. Mientras que Chung Li estaba calentado vino de arroz, Lu se durmió y soñó con su vida futura, en la que tenía éxito y era feliz, pero finalmente perdía todo. Se despertó convencido de la vanidad de las ambiciones mundanas y se convirtió en discípulo de Chung Li. Viajaba por todo el mundo luchando contra el mal y ayudando a la gente. Se le representa con una espada mágica que le dio un Dragón de Fuego.

Li T'eih-kuai, el que proteje a los enfermos.

Li T'eih-kuai, significa "li con la muleta de hierro" y es el protector de los enfermos. Se lo representa como un mendigo viejo y rengo. Su alma fue llamada a los cielos para recibir las enseñanzas del espíritu de Lao Tzu, fundador del Taoísmo. Entonces Li le dijo a no de sus alumnos que quemaran su cuerpo sino regresaba en siete días. Sin embargo, el alumno, llamado al lecho de muerte de su madre, lo quemó al sexto día. Cuando Li regreso, tuvo que entrar en el cuerpo de un mendigo que acababa de morir de hambre. El alma de Li T'eih-kuai se representa en forma de vapor que se eleva de la cabeza que contiene la medicina de la vida, sobre el cuerpo de mendigo en el que se aloja.

Chang Kou-Lao, el ermitaño.

Chang Kuo-lao era un famoso ermita que se resistió a todos los intentos para que fuera a la capital. Por fin, realizó un viaje, a petición de la emperatriz Wy, pero al llegar al templo, cayó muerto. Su cuerpo se corrompió y fue devorado por los gusanos, pero pese a todo ello, resucitó. A partir de entonces, viajaba en un burro mágico que se podía doblar como si fuese un papel. (Fuente Idoneos)

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15 de Septiembre 2006

La Imagen de la Muerte - Stephen King

—Lo trasladamos el año pasado, y fue de lo más complicado —explicó Carlin mientras subían la escalera—. Además tuvimos que hacerlo a mano. No había otra forma. Lo aseguramos de accidentes en Lloyd’s antes incluso de sacarlo de su caja, en el salón. Fue la única compañía que quiso asegurarlo por la cantidad que habíamos previsto.

Spangler no dijo nada. El hombre era un imbécil. Jonson Spangler hacía tiempo que había aprendido que la única forma de tratar con un imbécil era ignorarle.

—Lo aseguramos por un cuarto de millón de dólares —terminó Carlin cuando llegaban al rellano del segundo piso—. Y nos costó un buen pico. —Era un hombrecillo regordete, con gafas sin montura y una calva morena que brillaba como una pelota de voleo barnizada. Una armadura, que guardaba la oscuridad de caoba del corredor del segundo piso, les contempló impasible.

Era un corredor largo, y Spangler miró las paredes, y lo que estaba colgado en ellas, con frío ojo profesional. Samuel Glaggert había comprado mucho, pero no había comprado bien. Como muchos de los grandes industriales, que se habían hecho a sí mismos en el pasado 1800, había resultado poco más que un amo de casa de empeños disfrazado de coleccionista, un experto en pinturas monstruosas, novelas y colecciones de poesías sin valor encuadernadas en cuero valioso, y atroces esculturas, todo ello considerado por él como arte.

En aquel piso las paredes estaban recubiertas, mejor dicho festoneadas, de tapices marroquíes de imitación, innumerables (y sin duda anónimas) maddonas sosteniendo innumerables niños nimbados, mientras innumerables ángeles revoloteaban de un lado a otro en el fondo, grotescos candelabros repletos de volutas, y una lámpara monstruosa, cursimente ornamentada y rematada por una ninfa sonriente y salaz.

Naturalmente, el viejo pirata había conseguido algunas piezas interesantes; la ley de las probabilidades lo requiere así. Y si el Museo Particular en Memoria de Samuel Claggert (<>... ridículo) contenía un 98 por ciento de flagrante basura, el 2 por ciento restante, cosas como el rifle Coombs colgado sobre la chimenea de la cocina, la curiosa y pequeña cámara oscura en el salón, y por supuesto el...

—El espejo Delver fue retirado de la planta baja después de un desgraciado... incidente —informó bruscamente Carlin, motivado aparentemente por un horrendo retrato colgado en el rellano del siguiente tramo de escaleras—. Hubo otros... (palabras agresivas, declaraciones ofensivas), pero ése fue un intento deliberado de destruir realmente el espejo. La mujer, una tal Sandra Bates, llegó con una piedra en el bolsillo. Afortunadamente tenía mala puntería y sólo estropeó una esquina del marco. El espejo no sufrió daños. Esa Bates tenía un hermano...

—No necesito que me recite el recorrido de a dólar —le cortó Spangler—. Conozco bien la historia del espejo Delver.

—Fascinante, ¿no le parece? —Carlin le dirigió una extraña mirada de soslayo—. Tenemos a la duquesa inglesa de 1709, y el comerciante de alfombras de Pensilvania en 1746, por no hablar de...

—Conozco la historia —repitió Spangler sin inmutarse—. Lo que a mí me interesa es el trabajo. Y luego, naturalmente, la autenticidad...

—¡Autenticidad! —exclamó Carlin con una seca risita que sonó como si se hubieran sacudido huesos en la alacena—. Todo ha sido examinado por expertos, señor Spangler.

—Claro, también lo fue el Stradivarius de Lemlier.

—Cierto —suspiró Carlin—. Pero ningún Stradivarius tuvo jamás la... jamás causó tantos incidentes como el espejo Delver.

—En efecto —dijo Spangler con su dulce voz despectiva. Comprendía que no había forma de cerrarle el pico a Carlin; tenía una mente perfectamente acorde con su edad—. En efecto.

Subieron al tercer y cuarto piso. Al acercarse a la parte alta de la vieja estructura, notaron un calor agobiante en las oscuras galerías superiores. Con el calor, se notó un olor que Spangler conocía bien porque había pasado toda su vida de adulto envuelto en él... un olor a moscas muertas en oscuros rincones, humedad, y carcoma detrás del yeso. El olor a vejez. Era un olor común en museos y mausoleos. Imaginó que ese mismo olor podía salir de la tumba de una joven virginal que llevara cuarenta años muerta.

Allí arriba, las reliquias estaban amontonadas de cualquier modo, con la profusión típica de las almonedas. Carlin lo condujo por un laberinto de estatuas, retratos con marcos partidos, pajareras doradas y pomposas, piezas de una antigua bicicleta-tándem. Le guió hasta el fondo, a una pared a la que se había adosado una escalera debajo de una trampilla en el techo. De la escotilla pendía un viejo candado polvoriento.

A la izquierda, una imitación de Adonis les contemplaba con sus ojos sin pupilas. Uno de sus brazos se tendía y de la muñeca colgaba un letrero donde se leía: ABSOLUTAMENTE PROHIBIDA LA ENTRADA.

Carlin sacó un llavero de su chaqueta, eligió una llave y subió por la escalera de mano. Se detuvo en el tercer peldaño con la calva brillando levemente en la sombra:

—No me gusta el espejo —dijo—. Nunca me gustó. Me da miedo mirarlo. Temo mirar algún día y ver... lo que los demás vieron.

—No vieron otra cosa que su imagen —aclaró Spangler.

Carlin masculló algo, movió la cabeza y tanteó en el techo, torciendo el cuello para meter la llave en el candado.

—Habría que cambiarlo —dijo—. Es... ¡Maldición!

El candado se abrió de pronto y se soltó de las anillas. Carlin hizo un gesto brusco para recuperarlo y casi cayó de la escalera. Spangler lo sujetó oportunamente y miró hacia arriba. Carlin se agachaba tembloroso al último peldaño, pálido en la oscura penumbra.

—Está nervioso, ¿verdad? —preguntó Spangler.

Carlin no contestó. Parecía paralizado.

—Baje, por favor —dijo Spangler—. Baje, antes de que se caiga.

Carlin lo hizo despacio, agarrándose a cada peldaño como un hombre suspendido sobre un abismo. Cuando sus pies tocaron el suelo empezó a temblar, como si el suelo transmitiera alguna clase de corriente.

—Un cuarto de millón —repitió—. Un cuarto de millón de dólares de seguro para sacar... esa cosa de la planta baja y subirla aquí. Esa maldita cosa. Tuvieron que montar una polea especial para subirla al desván. Y yo tenía la esperanza, casi recé, de que las manos de alguien estuvieran resbaladizas, que el cable no sería lo bastante resistente, que esa cosa se caería y se rompería en mil pedazos...

—Hechos —dijo Sprangler—. Hechos, Carlin. Déjese de historias truculentas o películas de miedo serie B. Hechos. Primero: John Delver era un artesano inglés de ascendencia normanda que fabricó espejos durante el período isabelino en Inglaterra. Vivió y murió normalmente. Nada de palabras mágicas en el suelo que tuviera que limpiar el ama de llaves, nada de documentos con olor a azufre, o manchas de sangre junto a la firma.

Segundo: sus espejos son joyas de coleccionista debido principalmente a su trabajo perfecto y a que empleó un tipo de cristal de aumento levemente distorsionante, algo que los distinguía de los demás. Tercero: por lo que sabemos sólo existen cinco espejos Delver; dos de ellos en América. No tienen precio. Cuarto: este Delver, y el que fue destruido durante el bombardeo de Londres, se han ganado cierta reputación dudosa debida sobre todo a exageraciones y coincidencias...

—Quinto —añadió Carlin—: es usted un cabrón, ¿verdad?

Spangler contemplo con una mueca al ciego Adonis.

—Yo acompañaba al grupo del que formaba parte el hermano de Sandra Bates —prosiguió Carlin—. Tenía unos quince años y formaba parte de un grupo de estudiantes de instituto. Yo estaba contándoles la historia del espejo y había llegado a la parte que usted apreciaría (la hermosa factura, la perfección del cristal), cuando el muchacho levantó la mano. ¿<>, preguntó.

<> Y uno de sus amigos le preguntó a qué se refería, así que el chico Bates empezó a explicárselo pero calló de pronto. Miró el espejo fijamente, acercándose al cordón de terciopelo rojo que lo protegía, luego miró hacia atrás, como si lo que había visto fuera el reflejo de alguien..., de alguien vestido de negro, de pie detrás de él. <> dijo. <> Y no dijo más.

—Siga —pidió Spangler—. Se relame por decirme que era la Muerte... creo que esto es lo que se dice, ¿verdad? Que algunas personas ven la imagen de la muerte en el espejo. Venga, suéltelo de una vez. ¡Al National Enquirer le encantará la historia! Cuénteme las horrorosas consecuencias y desafíeme a que pueda explicarlo. ¿Qué pasó, le atropelló un coche? ¿Se tiró por una ventana? ¿O qué?

Carlin rió con tristeza.

—Debería saberlo mejor, Spangler. ¿No me ha dicho por dos veces que usted es... que está perfectamente al corriente de la historia del espejo Delver? No hubo consecuencias horribles. No las ha habido nunca. Por esa razón el espejo Delver no figura en las ediciones domingueras como el diamante Koh-i-noor o la maldición de Tutankhamón. Es manso comparado a esos dos. Cree que soy un imbécil, ¿verdad?

—Sí. ¿Podemos subir ahora?

—Muy bien —dijo Carlin.

Subió por la escalera de mano y empujó la trampilla. Se oyó un chirrido quejumbroso al levantar el peso en la oscuridad y Carlin se perdió en las sombras. Spangler le siguió. El Adonis ciego se quedó mirándolos mudamente.

El desván estaba caliente, iluminado sólo por una ventana llena de telarañas, e un ángulo, que filtraba la luz exterior con un resplandor lechoso y sucio. El espejo estaba apoyado contra una esquina, de cara a la luz, reflejándola como una mancha blanquecina en la pared opuesta. Había sido atornillado para mayor seguridad a un armazón de madera.

Carlin no lo miró. Se esforzó todo lo que pudo por no mirar.

—Ni siquiera lo ha cubierto con un trapo —protestó Spangler, repentinamente indignado.

—Yo lo veo como un ojo —dijo Carlin; su voz sonaba vacía—. Si se le deja abierto, siempre abierto, a lo mejor se queda ciego.

Spangler no le prestó atención. Se quitó la chaqueta, la dobló cuidadosamente con los botones hacia dentro, y con infinita ternura limpió el polvo de la superficie convexa del espejo. Luego dio un paso atrás y lo contempló.

Era genuino. No cabía la menor duda. Era un ejemplo perfecto del genio de Delver. La habitación llena de trastos, detrás de él, su imagen reflejada, la silueta medio vuelta de Carlin... todo estaba claro, bien definido, casi tridimensional. El leve aumento del cristal daba a todas las cosas un efecto ligeramente curvo que añadía una distorsión inquietante. Era...

La idea se le fue y de pronto sintió otro arranque de ira:

—Carlin.

Carlin no dijo nada.

—¡Carlin, maldito sea, pensé que me había dicho que la muchacha no había dañado el espejo!

No obtuvo respuesta.

Spangler lo miró fríamente por el espejo.

—Hay un trozo de esparadrapo en la parte de arriba, en el ángulo izquierdo. ¿Llegó a partirlo? ¡Por el amor de Dios, diga algo!

—Está viendo a la Muerte —contestó Carlin inexpresivamente—. No hay esparadrapo en el espejo. ¡Pase la mano por encima!

Spangler se envolvió la mano con la manga de su chaqueta, y la apoyó blandamente sobre el espejo.

—¿Lo ve? No hay nada de sobrenatural. Se ha ido. Mi mano lo cubre.

—¿Lo cubre? ¿Nota el esparadrapo? ¿Por qué no lo arranca?

Spangler apartó su mano y miró el espejo. Todo en él parecía algo más distorsionado; las esquinas del desván más inclinadas, como si fueran a resbalar hacia una ignota eternidad. No había la menor mancha oscura en el espejo. Estaba impecable. Sintió despertar en su interior un terror inexplicable.

—Parecía él, ¿no cree? —preguntó Carlin. Su rostro estaba muy pálido y sus ojos miraban al suelo. En su cuello palpitaba un músculo—. Admítalo, Spangler. Parecía una figura embozada, de pie detrás de usted, ¿verdad?

—Parecía una cinta adhesiva cubriendo una pequeña rotura —repuso Spangler con firmeza—. Ni más ni menos...

—El joven Bates era muy fuerte —dijo Carlin. Sus palabras parecían resquebrajar la atmósfera agobiante y quieta—. Era como un jugador de fútbol. Llevaba una camiseta con una gran letra y pantalones verde oscuro. Nos encontrábamos a mitad de camino de la exposición de arriba cuando...

—El calor me está mareando —dijo Spangler. Había sacado un pañuelo y se secaba el cuello. Sus ojos recorrieron la superficie convexa del espejo.

—... cuando dijo que necesitaba ir a beber agua. Un vaso de agua, ¡por el amor de Dios!

Carlin se volvió a mirar a Spangler, con expresión de poseso, y prosiguió.

—¿Cómo iba a saberlo yo? ¿Cómo podía saberlo?

—¿Hay un lavabo por aquí? Creo que voy a...

—Su camiseta... vi fugazmente su camiseta mientras iba bajando la escalera... Después...

—... vomitar.

Carlin sacudió la cabeza y volvió a mirar al suelo.

—Naturalmente. Segundo piso, tercera puerta a la izquierda, en dirección a la escalera. —Levantó la cabeza, suplicante—. ¿Cómo iba a saberlo?

Pero Spangler ya estaba bajando por la escalera de mano. Se movió bajo su peso y por un momento Carlin pensó —deseó— que se cayera. No ocurrió así. Por el recuadro abierto en el suelo, Carlin le vio bajar tapándose la boca con la mano.

—¿Spangler?

Pero ya se había ido.

Carlin escuchó sus pasos, el eco de sus pasos, y luego nada. Cuando ya se hubieron apagado, se estremeció. Trató de llevar sus pies hacia la trampilla, pero los tenía helados. Sólo aquella última mirada, fugaz, a la camiseta del muchacho...

¡Dios...!

Era como si unas enormes manos invisibles tiraran de su cabeza, obligándole a levantarla. Aunque no quería mirar, Carlin fijó la vista en la brillante profundidad del espejo Delver.

No había nada.

La habitación se reflejaba con toda fidelidad, sus polvorientos confines transformados en brillante infinitud. Unas líneas de un poema de Tensión, casi olvidado, acudieron a su mente de pronto y recitó en voz alta: <>

Y seguía sin poder apartar la mirada, y la quietud palpitante le retenía. Junto a una esquina del espejo, una cabeza de búfalo, comida por las polillas le miró con sus ojos de obsidiana, planos.

El muchacho había querido beber agua y la fuente estaba en el vestíbulo del primer piso. Había bajado y...

Y nunca más había vuelto.

Jamás.

A ninguna parte.

Lo mismo que la duquesa inglesa que se había detenido a admirarse en su espejo, antes de una soirée, y decidió volver al gabinete en busca de sus perlas. Como el vendedor de alfombras que había salido a pasear en coche y había dejado tras él sólo un coche vacío y dos caballos mudos.

Y el espejo Delver había estado en Nueva York desde 1897 hasta 1920, precisamente cuando el juez Crater...

Carlin miró como hipnotizado a lo más profundo del espejo. Abajo, el Adonis ciego vigilaba.

Estuvo esperando a Spangler, casi como la familia Bates debió de haber estado esperando a su hijo, como el marido de la duquesa esperaría a que su esposa volviera del gabinete. Miró al espejo y esperó.

Y esperó.

Y esperó.

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14 de Septiembre 2006

Idas y venidas de un Alikuekano

Hola maniguitos.

Marzo de 2006, desde ese mes no he dicho nada en este criadero y lo he tenido abandonaillo, la hierba ha crecido hasta por encima de las rodillas, hay telarañas y polvo por todo el criadero y encima huele asi a chotuno, como cuando esta algo mucho tiempo cerrado... ya me entendeis.

Pues como yo soy Juan Palomo y me lo guiso y me lo como y friego los paltos despues pues he decidido que es una pena haber dejado esto tan abandonado y he sacado el plumero, el cortacesped, el morce y la paletilla de enlucir y voy a retomar con mas ganas si cabe la andadura de este Criadero, la tercera vez creo que digo esto ya jajajajaja.

Lo primero que he eliminado muchos post y categorias que por un motivo u otro ya no me interesaba conservar, asi que lo que hay ahora es lo que es y seguira siendo el Criadero.

Espero que os guste, y sino me da igual :P

Posted by Alikuekano at 12:00 AM | Comments (3)