 26 de Abril 2005
 26 de Abril 2005
 	II
Pues si vemos lo presente
 cómo en un punto s'es ido
 e acabado,
 si juzgamos sabiamente,
 daremos lo non venido
 por passado.
 Non se engañe nadi, no,
 pensando que ha de durar
 lo que espera
 más que duró lo que vio,
 pues que todo ha de passar
 por tal manera.
III
Nuestras vidas son los ríos
 que van a dar en la mar,
 qu'es el morir;
 allí van los señoríos
 derechos a se acabar
 e consumir;
 allí los ríos caudales,
 allí los otros medianos
 e más chicos,
 allegados, son iguales
 los que viven por sus manos
 e los ricos.
INVOCACIÓN
IV
Dexo las invocaciones
 de los famosos poetas
 y oradores;
 non curo de sus ficciones,
 que traen yerbas secretas
 sus sabores.
 Aquél sólo m'encomiendo,
 Aquél sólo invoco yo
 de verdad,
 que en este mundo viviendo,
 el mundo non conoció
 su deidad.
V
Este mundo es el camino
 para el otro, qu'es morada
 sin pesar;
 mas cumple tener buen tino
 para andar esta jornada
 sin errar.
 Partimos cuando nascemos,
 andamos mientra vivimos,
 e llegamos
 al tiempo que feneçemos;
 assí que cuando morimos,
 descansamos.
VI
Este mundo bueno fue
 si bien usásemos dél
 como debemos,
 porque, segund nuestra fe,
 es para ganar aquél
 que atendemos.
 Aun aquel fijo de Dios
 para sobirnos al cielo
 descendió
 a nescer acá entre nos,
 y a vivir en este suelo
 do murió.
VII
Si fuesse en nuestro poder
 hazer la cara hermosa
 corporal,
 como podemos hazer
 el alma tan glorïosa
 angelical,
 ¡qué diligencia tan viva
 toviéramos toda hora
 e tan presta,
 en componer la cativa,
 dexándonos la señora
 descompuesta!
VIII
Ved de cuán poco valor
 son las cosas tras que andamos
 y corremos,
 que, en este mundo traidor,
 aun primero que muramos
 las perdemos.
 Dellas deshaze la edad,
 dellas casos desastrados
 que acaeçen,
 dellas, por su calidad,
 en los más altos estados
 desfallescen.
IX
Dezidme: La hermosura,
 la gentil frescura y tez
 de la cara,
 la color e la blancura,
 cuando viene la vejez,
 ¿cuál se para?
 Las mañas e ligereza
 e la fuerça corporal
 de juventud,
 todo se torna graveza
 cuando llega el arrabal
 de senectud.
X
Pues la sangre de los godos,
 y el linaje e la nobleza
 tan crescida,
 ¡por cuántas vías e modos
 se pierde su grand alteza
 en esta vida!
 Unos, por poco valer,
 por cuán baxos e abatidos
 que los tienen;
 otros que, por non tener,
 con oficios non debidos
 se mantienen.
XI
Los estados e riqueza,
 que nos dexen a deshora
 ¿quién lo duda?,
 non les pidamos firmeza.
 pues que son d'una señora;
 que se muda,
 que bienes son de Fortuna
 que revuelven con su rueda
 presurosa,
 la cual non puede ser una
 ni estar estable ni queda
 en una cosa.
XII
Pero digo c'acompañen
 e lleguen fasta la fuessa
 con su dueño:
 por esso non nos engañen,
 pues se va la vida apriessa
 como sueño,
 e los deleites d'acá
 son, en que nos deleitamos,
 temporales,
 e los tormentos d'allá,
 que por ellos esperamos,
 eternales.
XIII
Los plazeres e dulçores
 desta vida trabajada
 que tenemos,
 non son sino corredores,
 e la muerte, la çelada
 en que caemos.
 Non mirando a nuestro daño,
 corremos a rienda suelta
 sin parar;
 desque vemos el engaño
 y queremos dar la vuelta
 no hay lugar.
XIV
Esos reyes poderosos
 que vemos por escripturas
 ya passadas
 con casos tristes, llorosos,
 fueron sus buenas venturas
 trastornadas;
 assí, que no hay cosa fuerte,
 que a papas y emperadores
 e perlados,
 assí los trata la muerte
 como a los pobres pastores
 de ganados.
XV
Dexemos a los troyanos,
 que sus males non los vimos,
 ni sus glorias;
 dexemos a los romanos,
 aunque oímos e leímos
 sus hestorias;
 non curemos de saber
 lo d'aquel siglo passado
 qué fue d'ello;
 vengamos a lo d'ayer,
 que también es olvidado
 como aquello.
XVI
¿Qué se hizo el rey don Joan?
 Los infantes d'Aragón
 ¿qué se hizieron?
 ¿Qué fue de tanto galán,
 qué de tanta invinción
 como truxeron?
 ¿Fueron sino devaneos,
 qué fueron sino verduras
 de las eras,
 las justas e los torneos,
 paramentos, bordaduras
 e çimeras?
XVII
¿Qué se hizieron las damas,
 sus tocados e vestidos,
 sus olores?
 ¿Qué se hizieron las llamas
 de los fuegos encendidos
 d'amadores?
 ¿Qué se hizo aquel trovar,
 las músicas acordadas
 que tañían?
 ¿Qué se hizo aquel dançar,
 aquellas ropas chapadas
 que traían?
XVIII
Pues el otro, su heredero
 don Anrique, ¡qué poderes
 alcançaba!
 ¡Cuánd blando, cuánd halaguero
 el mundo con sus plazeres
 se le daba!
 Mas verás cuánd enemigo,
 cuánd contrario, cuánd cruel
 se le mostró;
 habiéndole sido amigo,
 ¡cuánd poco duró con él
 lo que le dio!
XIX
Las dávidas desmedidas,
 los edeficios reales
 llenos d'oro,
 las vaxillas tan fabridas
 los enriques e reales
 del tesoro,
 los jaezes, los caballos
 de sus gentes e atavíos
 tan sobrados
 ¿dónde iremos a buscallos?;
 ¿qué fueron sino rocíos
 de los prados?
XX
Pues su hermano el innocente
 qu'en su vida sucesor
 se llamó
 ¡qué corte tan excellente
 tuvo, e cuánto grand señor
 le siguió!
 Mas, como fuesse mortal,
 metióle la Muerte luego
 en su fragua.
 ¡Oh jüicio divinal!,
 cuando más ardía el fuego,
 echaste agua.
XXI
Pues aquel grand Condestable,
 maestre que conoscimos
 tan privado,
 non cumple que dél se hable,
 mas sólo como lo vimos
 degollado.
 Sus infinitos tesoros,
 sus villas e sus lugares,
 su mandar,
 ¿qué le fueron sino lloros?,
 ¿qué fueron sino pesares
 al dexar?
XXII
E los otros dos hermanos,
 maestres tan prosperados
 como reyes,
 c'a los grandes e medianos
 truxieron tan sojuzgados
 a sus leyes;
 aquella prosperidad
 qu'en tan alto fue subida
 y ensalzada,
 ¿qué fue sino claridad
 que cuando más encendida
 fue amatada?
XXIII
Tantos duques excelentes,
 tantos marqueses e condes
 e varones
 como vimos tan potentes,
 dí, Muerte, ¿dó los escondes,
 e traspones?
 E las sus claras hazañas
 que hizieron en las guerras
 y en las pazes,
 cuando tú, cruda, t'ensañas,
 con tu fuerça, las atierras
 e desfazes.
XXIV
Las huestes inumerables,
 los pendones, estandartes
 e banderas,
 los castillos impugnables,
 los muros e balüartes
 e barreras,
 la cava honda, chapada,
 o cualquier otro reparo,
 ¿qué aprovecha?
 Cuando tú vienes airada,
 todo lo passas de claro
 con tu flecha.
XXV
Aquel de buenos abrigo,
 amado, por virtuoso,
 de la gente,
 el maestre don Rodrigo
 Manrique, tanto famoso
 e tan valiente;
 sus hechos grandes e claros
 non cumple que los alabe,
 pues los vieron;
 ni los quiero hazer caros,
 pues qu'el mundo todo sabe
 cuáles fueron.
XXVI
Amigo de sus amigos,
 ¡qué señor para criados
 e parientes!
 ¡Qué enemigo d'enemigos!
 ¡Qué maestro d'esforçados
 e valientes!
 ¡Qué seso para discretos!
 ¡Qué gracia para donosos!
 ¡Qué razón!
 ¡Qué benino a los sujetos!
 ¡A los bravos e dañosos,
 qué león!
XXVII
En ventura, Octavïano;
 Julio César en vencer
 e batallar;
 en la virtud, Africano;
 Aníbal en el saber
 e trabajar;
 en la bondad, un Trajano;
 Tito en liberalidad
 con alegría;
 en su braço, Aureliano;
 Marco Atilio en la verdad
 que prometía.
XXVIII
Antoño Pío en clemencia;
 Marco Aurelio en igualdad
 del semblante;
 Adriano en la elocuencia;
 Teodosio en humanidad
 e buen talante.
 Aurelio Alexandre fue
 en desciplina e rigor
 de la guerra;
 un Constantino en la fe,
 Camilo en el grand amor
 de su tierra.
XXIX
Non dexó grandes tesoros,
 ni alcançó muchas riquezas
 ni vaxillas;
 mas fizo guerra a los moros
 ganando sus fortalezas
 e sus villas;
 y en las lides que venció,
 cuántos moros e cavallos
 se perdieron;
 y en este oficio ganó
 las rentas e los vasallos
 que le dieron.
XXX
Pues por su honra y estado,
 en otros tiempos passados
 ¿cómo s'hubo?
 Quedando desamparado,
 con hermanos e criados
 se sostuvo.
 Después que fechos famosos
 fizo en esta misma guerra
 que hazía,
 fizo tratos tan honrosos
 que le dieron aun más tierra
 que tenía.
XXXI
Estas sus viejas hestorias
 que con su braço pintó
 en joventud,
 con otras nuevas victorias
 agora las renovó
 en senectud.
 Por su gran habilidad,
 por méritos e ancianía
 bien gastada,
 alcançó la dignidad
 de la grand Caballería
 dell Espada.
XXXII
E sus villas e sus tierras,
 ocupadas de tiranos
 las halló;
 mas por çercos e por guerras
 e por fuerça de sus manos
 las cobró.
 Pues nuestro rey natural,
 si de las obras que obró
 fue servido,
 dígalo el de Portogal,
 y, en Castilla, quien siguió
 su partido.
XXXIII
Después de puesta la vida
 tantas vezes por su ley
 al tablero;
 después de tan bien servida
 la corona de su rey
 verdadero;
 después de tanta hazaña
 a que non puede bastar
 cuenta cierta,
 en la su villa d'Ocaña
 vino la Muerte a llamar
 a su puerta,
XXXIV
diziendo: "Buen caballero,
 dexad el mundo engañoso
 e su halago;
 vuestro corazón d'azero
 muestre su esfuerço famoso
 en este trago;
 e pues de vida e salud
 fezistes tan poca cuenta
 por la fama;
 esfuércese la virtud
 para sofrir esta afruenta
 que vos llama."
XXXV
"Non se vos haga tan amarga
 la batalla temerosa
 qu'esperáis,
 pues otra vida más larga
 de la fama glorïosa
 acá dexáis.
 Aunqu'esta vida d'honor
 tampoco no es eternal
 ni verdadera;
 mas, con todo, es muy mejor
 que la otra temporal,
 peresçedera."
XXXVI
"El vivir qu'es perdurable
 non se gana con estados
 mundanales,
 ni con vida delectable
 donde moran los pecados
 infernales;
 mas los buenos religiosos
 gánanlo con oraciones
 e con lloros;
 los caballeros famosos,
 con trabajos e aflicciones
 contra moros."
XXXVII
"E pues vos, claro varón,
 tanta sangre derramastes
 de paganos,
 esperad el galardón
 que en este mundo ganastes
 por las manos;
 e con esta confiança
 e con la fe tan entera
 que tenéis,
 partid con buena esperança,
 qu'estotra vida tercera
 ganaréis."
[Responde el Maestre:]
XXXVIII
"Non tengamos tiempo ya
 en esta vida mesquina
 por tal modo,
 que mi voluntad está
 conforme con la divina
 para todo;
 e consiento en mi morir
 con voluntad plazentera,
 clara e pura,
 que querer hombre vivir
 cuando Dios quiere que muera,
 es locura."
[Del maestre a Jesús]
XXXIX
"Tú que, por nuestra maldad,
 tomaste forma servil
 e baxo nombre;
 tú, que a tu divinidad
 juntaste cosa tan vil
 como es el hombre;
 tú, que tan grandes tormentos
 sofriste sin resistencia
 en tu persona,
 non por mis merescimientos,
 mas por tu sola clemencia
 me perdona".
FIN
XL
Assí, con tal entender,
 todos sentidos humanos
 conservados,
 cercado de su mujer
 y de sus hijos e hermanos
 e criados,
 dio el alma a quien gela dio
 (el cual la ponga en el cielo
 en su gloria),
 que aunque la vida perdió,
 dexónos harto consuelo
 su memoria. 
 Mini-Biografia de Jorge Manrique